En el colegio, cuando se da, o más bien se daba Historia, generaciones de nosotros hemos estudiado que el Imperio Romano sufre una gran crisis desde el siglo III d.e.c., que culmina con la caída de Roma en el año 476 en poder de los germanos. Mientras, la parte Oriental del Imperio, con capital en Bizancio u Constantinopla (Estambul), y que funcionaba como ente casi autónomo desde la muerte de Teodosio en 395 d.e.c., se mantendría más o menos estable -perdiendo más de la mitad de sus posesiones entre los siglos VII-X- hasta que un chaval llamado Mehmet II conquistara finalmente en 1453 la capital, pasando entonces a llamarse Imperio Otomano, hasta la Primera Guerra Mundial, grosso modo.
Lo que mucha gente no sabe, y muchos no nos explicamos el porqué, es que desde hace cuarenta años aproximadamente esa «crisis», teoría en boga desde el siglo XVIII, se ha demostrado inexistente en muchos aspectos. Los investigadores de las últimas décadas no hablan de crisis sino de evolución, transformación del Imperio a tenor de muchos factores que influencian en el cambio de mentalidad, de la tradicional romana a una mezcla entre las diferentes culturas que lo formaban y el enorme choque de trenes que supone la inclusión del cristianismo dentro de las magistraturas más importantes. Punto de inflexión es la conversión de Constantino, que parece más un: -bueno, como aceptamos todos los dioses, por uno más que me proteja no me va a pasar nada-.
El retraso que persigue a la enseñanza de la asignatura de Historia en colegios e institutos no es propio únicamente de la sociedad española, sino que alcanza a todo el orbe. Se siguen una serie de presupuestos, alejados de los estudios actuales ya que parece que con eso vale para llegar a un mínimo exigible. Pero no, no vale solo con dar «lo de siempre». Por culpa de esos postulados -malditos ilustrados del siglo XVIII, pardiez- se crea una serie de presupuestos que son aplicados, por ejemplo, por el primer ministro de Holanda en días pasados, el cual venía a comparar y afirmar que si en Europa se dejaba pasar a los refugiados sirios, caería al igual que lo hizo Roma hace mil quinientos años.
Bien. Obviamente esto son maniobras políticas para inclinar la balanza del pensamiento hacia uno u otro lado. Y las cosas, en la vida, y la Historia es la vida misma pero de los que han estado antes, no es ni blanca ni negra, es gris. Esas gamas de gris que hay entre el blanco y el negro son todas las causas que propiciaron que un señor llamado Odoacro se presentara un buen día en Roma en plan: Hola, buenos días. Perdone pero ¿tiene cinco minutos para que le hable de nuestro sistema de gobierno?.
Luego entramos en la lectura tanto de los escritores de la época, muchos de los cuales tienen ese mismo miedo que muchos de nuestros conciudadanos, y la interpretación que hacemos en la actualidad de esos escritos. Os pongo un ejemplo: según el escritor Hidacio, los Suevos destruyeron las murallas de Conimbriga (Portugal) en torno al año 468 d.e.c. durante el asedio a la ciudad -que siguió poblada con más o menos suerte hasta el siglo XV, cuando la población residual pasó a vivir a Condeixa Velha-. Si hoy vais a Conimbriga os encontraréis con una muralla muy alta, muy grande y muy bonita que flanquea casi todo el perímetro de la ciudad en época Tardoantigua, además de los restos de la muralla Altoimperial, más testimonial que defensiva.
De esta manera, cuando leemos en la prensa que alguien ha demostrado cual fue la causa de la caída del Imperio Romano debemos mirar esto con recelo. Todas las causas son más o menos válidas pero no hay una que podamos demostrar que sobresale por encima de las demás. Podemos hablar de la entrada del cristianismo -si somos marxitas- o de los pueblos germanos -si somos positivistas-, pero realmente es un conjunto de episodios entre los que destaca la misma grandeza del Imperio, el no poder mantener a ese gigante con pies de barro. Peter Heather, en su libro titulado precisamente La caída del imperio romano achaca mayormente ese cambio al no mantenimiento de la administración imperial mezclado con los cambios en el mismo centro del poder: el emperador; todo esto unido a la presión de los pueblos germanos, que a su vez eran presionados por los los Hunos. Muchos, como nuestro amigo holandés, comparan eso con los sirios de la actualidad, pero podemos destacar dos puntos: en esa época existe una cosa llamada «Batalla de los Campos Catalaúnicos» en la que gran parte de los pueblos germanos junto con el ejército romano se unieron para luchar contra los hunos, y que si este señor viera los Simpsons, encontramos en el capítulo en el que se le hace el chequeo al señor Burns toda la explicación necesaria para conocer este episodio histórico.
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