Errores trimilenarios: segunda parte.

Ya dediqué hace un tiempo una entrada a la errada Historia sobre mi ciudad de origen, Cartagena, que algunos se empeñan en perpetuar, sin tener en cuenta las decenas, cientos de estudios serios sobre los diferentes temas que abarcan la extensa cronología de la misma. Hacía hincapié sobre todo, en los temas referentes a la Historia Antigua de la ciudad, casi tan bien conocida como la Edad Media o la Moderna pero que, tal vez envuelta por ese halo de misterio que le da el estar más lejana a nosotros, muchos se permiten el lujo de inventar, decir, componer obras erróneas y ningunear los trabajos de los verdaderos especialistas, que los hay, y muy buenos, sobre la arqueología cartagenera.

Estas líneas supongo, se pueden aplicar a cualquier ciudad del orbe romano en la actualidad. En todos sitios cuecen habas, y en cada población, por grande o pequeña que sea hay eruditos a la violeta, sabios poseedores de una verdad absoluta solamente atestiguada por aquella escuela positivista, que veía la Historia desde el dato y no desde el hecho, en plan: en esta plaza paró una vez Escipión el Africano, miccionó justo en esa esquina, donde todavía pueden oler su orina, y luego continuó hacia Roma.

La mayoría de los hechos, lejos de ser comprobados, siempre son afirmados con esmero porque «don Fulano, que era el médico cuando yo era pequeño, lo dijo en un libro». Y claro, años de investigación seria no pueden hacer nada frente a los libros escritos en el ocaso de la vida por personas sin formación, las cuales, muchas veces sin querer, meten la pata. Pero esa pata es seguida por legiones de fieles. Además, el arqueólogo u el historiador de Universidad siempre quieren arrebatarle al pueblo la Historia soñada.

Y ahora, comenzamos esta segunda parte de esos «errores» trimilenarios.

Hace ya algún tiempo me tocó trabajar en cierto yacimiento musealizado, donde cerca del mismo se encuentran una serie de restaurantes, por el centro. Como el sitio donde normalmente íbamos a por café antes de entrar a trabajar estaba cerrado, me decidí a acudir con un compañero a otro, un poco más cercano pero más caro, donde nos dispensaron un trato bonito, tierno, de esos que dejan huella. Unas miradas tan cálidas como la de un francotirador soviético en Stalingrado y la simpatía propia de un dinosaurio carnívoro que lleva semanas sin comer nos acogieron entre sus paredes. Me disponía a salir con esos cafés tan, tan buenos como un vaso de agua destilada cuando, o pardiez, me topé con una serie de carteles que hablaban de la grandilocuente historia de mi ciudad. Mi primera impresión -antes de leerlos- fue la de «oh, mira, alguien que se preocupa por mostrar al turista algo más», pero nunca, repito, nunca, me debiera haber parado a leer.

Aparte de las faltas de comprensión textual, las cuales pasaremos por alto porque todos tenemos y, porque quiero que a mis amigos y conocidos filólogos les sangren los ojos desde su punto de vista, me topé con unos clichés que, muchas veces por desgracia aparecen, ya no solo en mi ciudad, sino en todas las del mundo. Como escribí en párrafos anteriores, en todos los sitios pasa lo mismo, pero yo voy a hablar de mi ciudad, que es la que creo conocer -aunque no tan bien como los que se autoproclaman salvadores de la patria cartagenera, obviamente-.

Los carteles están colocados de manera «cronológica» entre ellos, así que empezaremos por el primero, el que hace referencia a la ciudad desde su fundación -y no, no diré el nombre del sitio, que cada cual lo encuentra cuando venga- hasta la llegada de los romanos:

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Como veis, he marcado en negro las cosas raras, que analizamos una por una:

  1. La manía de la persona que ha escrito lo que podemos leer en los carteles, de realizar una mezcla ininteligible de nombre en diferentes idiomas: Cartagena, España, Carthagonova, etc. Hay que tener en cuenta que España como tal no existe en esta época, y que no debemos caer en los recursos que usaba la historiografía hace sesenta años. Es como hablar de Estados Unidos de América en el siglo XI, cosa totalmente inventada.
  2. ¿En qué quedamos? ¿Asdrúbal construyó las murallas o se aprovechó de las murallas? Lo que sabemos hasta ahora es que los púnicos construyeron una muralla, que tras las últimas excavaciones en el monte del Molinete se ha podido atestiguar que se reutilizó hasta el siglo VI d.e.c. con diferentes modificaciones.
  3. ¿Algunos palacios? En fin, para esto os remito a la entrada que realicé el año pasado titulada «Palacios en el aire», pero sobre todo a los estudios realizados por el equipo del profesor Noguera, de la Universidad de Murcia, en la cima del cerro del Molinete. Lo mejor es que, el acérrimo cantonal que lea esto dirá: claro, como lo han excavado los murcianos, pues no han dejado nada porque no les conviene. Conspiranoia everywhere! (Aparte, el equipo de excavación está formado en casi su totalidad por gente de Cartagena y alrededores).
  4. Aníbal -el púnico, no Lecter ni Smith- era cuñado de Asdrúbal. A lo mejor Aníbal Lecter era su sobrino, y en un arrebato se comió a Amílcar.
  5. «Las atalayas de Aníbal», o como renombrar a torres defensivas de los siglos XVI y XVII.

 

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En este segundo cartel la cosa se pone más seria. Se nota que el que lo ha hecho ha estado días y días sin dormir para poder escribir una historia, que no la Historia de la ciudad:

  1. Ya en el nombre nos salen ojeras de leer. «Cartago nueva» ¿really?. En todo caso sería «Nueva ciudad nueva», debido a la evolución del nombre desde el púnico al latín, pero en todo caso, no se traduce, que queda muy feo hombre.
  2. Eso de que se llame así hasta el «último tercio del siglo V», supongo que será hasta el último tercio que se tomaría el que lo escribió, en el bar de la esquina, porque el nombre de Carthago continuaría hasta la llegada de los musulmanes, de los cuales tenemos noticias en el entorno del teatro romano desde el siglo IX aproximadamente. Es entonces cuando pasará a llamarse Cartayannat l-Halfa.
  3. Lo de los nombres inventados de Skombraria y tal, suena más a casting para nombre de grupo heavy.
  4. Augusto no pudo iniciar ningún proyecto de romanización puesto que la ciudad ya estaba romanizada desde hacía más de un siglo. Lo que hizo Octaviano fue reformar la ciudad dentro del organigrama político y administrativo, para hacer lo mismo que en casi todas las partes del recién creado Principado: una Roma en pequeño. Básicamente, si viéramos a Augusto con los ojos del siglo XXI para nosotros sería un dictador que, tras ganar una guerra civil realiza grandes obras para que su pueblo lo vea como un gran constructor y gobernante. Pero lo mejor es que os leáis el magnífico libro de Paul Zanker Augusto y el poder de las imágenes.
  5. Con respecto a lo de César…¿por dónde empezar? Aparte de que todavía no sabemos si fue él o Pompeyo el que nombra COLONIA a la ciudad, básicamente al «escritor» se le ha olvidado eso, la palabra Colonia, que es el rango al que llega la ciudad en esta época. Y no, no se construye el foro en esta época, ni el teatro. El foro es de origen republicano y reformado en época de Augusuto, y el teatro se construye en época de Augusto, precisamente porque está dedicado a sus nietos: Cayo y Lucio.

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Y llegamos al último cartel, pero no por ello el mejor escrito. De hecho es el más inverosímil, porque claro, como todo el mundo sabe la tardoantigüedad es esa época que ocurre entre la llegada de Conan el bárbaro y Juego de Tronos.

  1. Con el nombre…idem, eadem, idem. Que no se traducen, leñe.
  2. Como todos sabéis, en España gobernaba Felipe VI hasta que llegaron los reinos germanos para establecerse y dejarlo todo pastas arriba con su morbo gótico. Para empezar, en esta época a la península se le sigue llamando Hispania y más tarde Spaniam, precisamente por los godos, que establecerán una monarquía electiva, como ha pasado en la actual Alemania hasta que comenzó a ser una república, debido a que en parte es heredera de esas tradiciones. Pero lo mejor es lo de las «construcciones» como «las termas de la Calle Honda». Nadie sabe la cronología de las termas, menos el avispado e intuitivo escritor de esas líneas. Las termas fueron excavadas en el año 1984, no encontrándose una cronología segura, aunque se baraja la posibilidad de que fueran construídas en torno a finales del siglo I d.e.c., es decir, unos cuatrocientos años antes de lo que aparece ahí escrito. De hecho, se sabe que en el siglo V toda esa zona de la ciudad está abandonada y será reutilizada en el siglo VI por los bizantinos, en el breve espacio de tiempo que dominaron el Sureste peninsular. Y esto me lleva a…
  3. Lo que hace Leovigildo es una campaña de conquista de la Oróspeda, región que quedaba entre las posesiones bizantinas y las visigodas, en un territorio también entre las actuales Murcia, Alicante y parte de Castilla-La Mancha. De hecho, los investigadores de verdad no se ponen de acuerdo todavía en dónde estaría la frontera entre los visigodos y los bizantinos.
  4. No mentamos nada de los bizantinos aquí ¿para qué? Prefiero inventarme la llegada inexistente de inmigrantes norteafricanos presionados por un reino vándalo que ya no existía porque estaba anexionado a Bizancio. Lo que llega es cerámica procedente del Norte de África, como la Terra Sigillata Africana que podéis ver en el Museo del Teatro Romano de Cartagena, del cual recomiendo encarecidamente la visita.
  5. Y volvemos atrás en el tiempo, como Marty McFly, hasta el siglo V de nuevo, para comprobar que, pese a la construcción de un macellum (mercado) encima de la escena del teatro, «Cartagena es abandonada a su suerte». Lo que ocurre es algo tan importante como la caída del Imperio Romano de Occidente, que se disgrega en diversos reinos que luego evolucionarán a esa amalgama política de la Edad Media.

De esta manera, podemos observar la sapiencia popular de la Historia de mi ciudad -y eso sin entrar en la creación de la primera, primerísima catedral de ¡España!, cuando ni existía el concepto de iglesia ni de cristianismo-; y el poco caso que se hace a la gente, muchas veces oriunda de la propia ciudad, que dedica su esfuerzo en el estudio de la misma.

*Nota mental: lo siento mucho por la calidad de las fotografías.

5 respuestas a “Errores trimilenarios: segunda parte.

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      1. Cuanto pregunté, el señor me dijo que había sido una ardua labor de investigación. Cuando le dice que había varias cosas mal, me dijo que eran cosas que el diseñador gráfico se había descargado de Internet… Increíble pero cierto.

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